martes, septiembre 27, 2005

Recapitulando un Martes...



Hoy, Martes 27, toca un poquito de filosofeo barato. Y es que os voy a soltar un rollo sobre la confianza...

¿Por qué las personas a veces perdemos hasta la confianza en nosotros mismos? Yo la verdad, que la estoy empezando a perder y no me gusta, así que: o me veo atándomela a una pierna para que no se escape, o buscándola por ahí, a saber por dónde se perdería, yo soy una persona propensa a desconfiar, no porque dude de la gente, sino porque me han dado leches por doquier... tantas, que de bueno tonto. En algunos momentos prefiero que piensen que soy un poquito borde y/o desconfiado, a que me las den con queso.

Hoy mismo, un trepas que se nos ha colado en la empresa, por la técnica del enchufing (muy típica aquí en España, práctica y eficaz, sobre todo para el enchufado), me dí cuenta que la confianza la mayoría de las veces es por algún tipo de interés, que en algunas ocasiones desconozco. El trepis tiene confianza con mi jefa para tener su contraseña personal y yo, que soy el informático, NO. Mola que me acabo de enterar que trabaja en su casa... de qué cosas se entera uno, oiga...

Claro, es normal que haya trepas en las empresas, cada día me doy más cuenta de ello. Nos empeñamos en meternos con ellos por ser así, monchitos (sip, me encanta Fukowsky, el hombre tiene más razón que un santo en todo lo que dice), con las manos de los jefes metidas hasta el esófago... pero claro, es normal, sólo son buitres de oficina, títeres de los que verdadera y realmente manejan el cotarro: Los jefes, esos vampiros chupópteros, esos son los que matan, los que se aprovechan según creen hasta saciarse, dejando los restos para los buitres. Lo gracioso es que a veces la carroña son ellos y otros buitres son quienes se los comen.

Hay que joderse, al final el pastel se lo zampan los buitres...

Menos mal que me doy cuenta, un día más que esto es generalizado y no solo en mi empresa, gracias a mi compañero de batalla wardog. Os recomiendo que le visitéis, aprenderéis más cosas, sino más que conmigo.

A veces en lo personal, los desconfiados somos nosotros, cuando vemos que algo o alguien a quien queremos se encuentra en una situación comprometida, porque en el fondo, aunque no queramos, somos egoístas y queremos eso o a esa persona sólo para nosotros, decimos cosas y actuamos sin pensar, sin mirar un poco más allá de nuestras narices. Hacemos daño y no nos damos cuenta hasta que abrimos una herida. Tristemente, las mejores relaciones, crecen a base de heridas, cicatricadas entre tu mismo y esa persona, pues si realmente la aprecias, vas aprendiendo a no abrir más heridas o lo que es peor, la misma herida ya cicatrizada. Ojalá todos aprendiésemos de nuestros errores antes de cometerlos, llegados a este punto sólo le queda a uno disculparse y aprender, insisto, pues es la base del conocimiento de toda persona, dejando a un lado defectos tan virtuosos como la tozudez y la ceguera de no saber que tiene uno delante.

El último párrafo es para mi Sue...

Un saludo.